domingo, 9 de septiembre de 2007

Los marginados



"Al maniquí herido de balas
miraba todas la mañanas, y ojo,
en medio del basural,
hasta la brisa putrefacta duele.
Ajeno a la mirada del bicherío,
no me daba miedo
y cuando el vaho del licor me dejaba pensar
penetraba en su mente,
me perdía en la espesura de sus vísceras,
de su sangre cuajada,
en sus ojos sin semblanza ni conciencia.
Ellos lo salteaban por la noche
y lo escupían al despuntar el día.
Todas las mañanas sopesaba
al bizarro maloliente, siempre inmóvil,
si había envejecido o estaba más liviano,
porque aquí todo el mundo se repite,
nacen, viven y mueren por las sobras.
De su sexo enmohecido
se jacta tedioso una plaga de fracasos,
igual que Artemisa
entre los hombres, entre las bestias.
Siempre busqué un credo
en la palabra,
algo de arte en su sucia mole color carne,
esa herramienta que ya no existe,
hasta darme el gozo de una respuesta
a cómo se puede andar la vida
con mitad de vida
y mitad de muerte..."


Norberto Aige Marinelli

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